Tania Bruguera: «Al gobierno se le está yendo el tiempo de las manos»

El Estornudo
36 min readNov 23, 2021

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Tania Bruguera / Foto: Daniel Leal-Olivas /AFP

Por Carlos Manuel Álvarez

Carlos Manuel Álvarez (CMA): El Estornudo comienza hoy [27 de septiembre de 2021] una serie de entrevistas* con artistas cubanos para analizar, de los últimos acontecimientos, ciertas categorías políticas que rondan la identidad cubana desde su fundación: «Destierro», «Exilio» y «Migración».

Este encuentro será con la gran artista Tania Bruguera. Ella ahora se encuentra en la prestigiosa Universidad de Harvard, donde precisamente ha sido nombrada profesora titular de la Cátedra de Medios de Comunicación y Actuación. Hablaremos con Tania porque ha sido protagonista de los últimos acontecimientos cívicos y políticos. Además, Tania es también una pionera en la realidad política de Cuba de los últimos nueve o diez años. Y cuando digo «pionera» me refiero a que ya hacía, en mucha menos compañía, las cosas que se hacen hoy. Para mí siempre hay, en ella, en Yoani Sánchez y en muchos otros activistas de la sociedad civil, mucho mérito por haber sido pioneros y referentes desde muchos puntos de vista. En cuanto a lo que me toca de cerca, que es la zona del arte y del periodismo, las obras de dos mujeres como Tania Bruguera y Yoani Sánchez son fundacionales para la generación que vino después, que es a la que pertenezco.

Tania está fuera de Cuba. No ha dado muchas declaraciones al respecto, y se han desatado muchos rumores. Nosotros sabemos que los rumores y las zonas de opacidad son muy beneficiosas para el poder político, para la policía política, para la Seguridad del Estado. Es el tipo de lenguaje que les gusta manejar y que prefieren, y en esta entrevista vamos a intentar contrarrestar todas las ventajas que puedan sacar de estas especulaciones. Ayer hablé con Tania y le pedí que conversáramos sobre el tema para así iniciar una serie de entrevistas que en los próximos días contará con Katherine Bisquet y Hamlet Lavastida. Tania me decía que estaba un poco nerviosa porque no habíamos preparado nada… Pero así es el periodismo.

Para ir poniéndote un poco en zona, tal vez debamos comenzar con un par de preguntas personales para que nos aclares tu situación. Después abriremos un poco el diapasón del diálogo […]. Entonces, ¿qué día saliste de Cuba y en qué condiciones lo hiciste?

Tania Bruguera (TB): Yo salí de Cuba el 17 de agosto de 2021 hacia Alemania, específicamente para encontrarme con los curadores de documenta [de Kassel], que es un proyecto muy importante de las artes visuales, con una exposición quinquenal, a la cual se invita artistas de todo el mundo. Nosotros fuimos seleccionados por INSTAR [Instituto de Artivismo Hanna Arendt] y, dadas nuestras circunstancias en Cuba — no teníamos acceso a telecomunicaciones, teníamos policías frente a la casa todo el tiempo, no podíamos reunirnos — , nos atrasamos en ese trabajo. Por eso tuve que ir a Alemania; para trabajar un poco en la producción de la exposición.

El 27 de agosto llegué a Estados Unidos, a Cambridge, Boston, donde está la Universidad de Harvard. A esta universidad yo apliqué en mayo de 2020 por una posición que me había comentado un amigo que se iba a postular. Él me dijo que por qué no me postulaba. Bueno, postulé y gané el concurso.

CMA: Felicidades.

TB: Gracias. Fue un proceso muy largo. Es importante que se sepa que los procesos del arte y la academia toman mucho tiempo. A veces hay quien piensa: «Tania se fue a Harvard. Se lo dieron porque hizo una protesta». No es así. También la invitación a documenta tiene tiempo; desde finales de 2019, de hecho.

Sobre las condiciones… Mira, la primera vez que salí de Cuba para hacer mi vida en otro lugar tenía 28 años, y desde entonces nunca he respondido a las preguntas: «¿te fuiste?», «¿te quedaste?», «¿te exiliaste?». Esos son conceptos que crea el gobierno cubano para desarticular una manera de vivir y un derecho que tiene todo ser humano, que es el de viajar y establecerse donde quiera, y aun viviendo fuera de sus países tener una relación sana con el país donde nació o donde tiene derecho a participar de la vida política. Yo nunca he aceptado conceptos como «migración», «exilio», etc. También yo he sido una persona que ha tratado siempre de regresar. Antes eran 11 meses, ahora son dos años; pero yo siempre regreso antes de esos plazos. En esta ocasión me fui por el trabajo, no en condición de refugiada política ni de desterrada ni de emigrada. Yo, simplemente, salí del país a trabajar.

Ahora, lo anterior no significa que el gobierno de Cuba no haya visto en esto una posibilidad para no dejarme entrar más. Es algo que tengo claro. El gobierno de Cuba, como en su momento hizo en Chile el de Pinochet, se está dedicando a sacar a todas las personas que le son incómodas, y si no las puede sacar, las deja en la cárcel, donde están Luis Manuel Otero y Maykel Castillo [«Osorbo»] ahora.

CMA: Katherine Bisquet contaba que ella fue conducida al aeropuerto por la Seguridad del Estado. Mi breve experiencia personal: cuando me fui de Cuba, en enero de 2021, la Seguridad del Estado también me estaba esperando en el aeropuerto. ¿Te pasó eso a ti? ¿Hubo conversaciones previas con ellos? También tengo algo de información extraoficial, pero nada claro… ¿Tu salida tuvo algo que ver con la de Hamlet [Lavastida]?

TB: Sí, como no. La Seguridad del Estado, como te hicieron a ti, me propuso cuatro veces salir de Cuba. De noviembre de 2020 hasta el día en que me fui, me lo propusieron cuatro veces. En una de ellas, incluso, me dijeron que no me preocupara por el pasaje, que ellos me lo podían conseguir. Fue bastante patético. Y yo siempre dije que no me iba. Después llegó esta posibilidad de Harvard. Y tengo que ser muy honesta: Harvard es una plaza muy deseada por el gobierno cubano, y para mí es una victoria, y de todos los activistas, que pueda estar aquí y traer quizás una visión diferente a la que ellos han vendido a las instituciones académicas norteamericanas. Cuando me dieron la plaza tuve que pensarlo mucho, pensar en cómo ayudaba más a nuestra causa y perjudicaba más al Gobierno cubano, y era precisamente viniendo hasta acá. Yo sé que poner el cuerpo es muy importante — siempre lo he puesto y lo volveré a poner — , pero yo estaba en una situación en la que nadie podía siquiera visitarme, bajo constante acoso de la policía, que estaba en los bajos de mi casa, muchas veces no tenía internet… Es decir, en una situación donde estaba maniatada y no tenía posibilidad de ayudar a nadie, porque, por ejemplo, si tenía la posibilidad de darle una entrevista a un periódico extranjero, no podía porque me cortaban los datos móviles. Yo dejé de ser útil. Y es importante saber dónde una es más útil y cuándo es útil.

Por otro lado, cuando supe lo de Harvard no lo hice público, porque era una carta que quería tener bajo la manga por si pasaba cualquier cosa. Entonces encierran en prisión a Hamlet y yo le digo a la policía política, específicamente a «Mario», el que me atiende: «Miren, ustedes quieren que yo me vaya y me lo han propuesto varias veces. Ahora hay una posibilidad real de que yo me vaya. Yo estoy en un momento de mi vida zen, donde me da lo mismo estar cinco años en Harvard que cinco años presa. Entonces, me voy a cambio de que suelten a Hamlet. Ese yo me voy no es definitivo. O sea, yo me voy a trabajar, voy a salir del país temporalmente a cambio de que ustedes suelten a Hamlet». Ellos dijeron que sí, que lo harían. Luego empezaron una suerte de discusiones. Después involucraron a Katherine Bisquet como parte de la negociación de la salida de Hamlet.

Quiero aclarar a quienes ven esto que no soy ingenua ni tonta, y que sé que ellos son unos mentirosos, que no cumplen con su palabra y que no hay opciones de diálogo; pero yo hice el intento. Habíamos quedado en que yo me fuera y Hamlet saliera. Discutimos cómo hacerlo: que si lo sacaban primero y después yo me iba; después me decían que no, y yo pedía hablar con él por teléfono para ver si era verdad. Fue muy intenso ese proceso. Al final, como Katherine estaba involucrada y no tenía visa, ellos usaron esa excusa para justificar que no liberarían a Hamlet antes de que me fuera. Pero ellos me dieron su palabra de que lo iban a sacar.

CM: ¿Llegaste a hablar con Hamlet por teléfono?

TB: Hablé con Hamlet. Él me llamó desde Villa Marista, creo. Ahora no recuerdo bien.

CM: ¿Y qué hablaron? ¿Hablaron de esta negociación? ¿Él estaba al tanto?

TB: Ahora no recuerdo qué conversamos específicamente. Cuando hables con él pregúntale, que seguro recuerda bien las fechas. Sí sé que una vez aquí hablé dos veces con Hamlet. Tres, porque hablamos cuando él ya estaba en el avión, también. Recuerdo ahora que hablé con él cuando lo llevaron a una casa de visita. Incluso… en ese momento estábamos haciendo el programa de Ian Padrón, y supimos que estaba en la casa de visita, pero no lo quisimos decir porque era una historia que no nos pertenecía.

CM: Cuando dices «supimos», ¿a quiénes te refieres?

TB: A Katherine Bisquet, a mí y a la gente que estaba implicada.

Mi mamá falleció en marzo de 2020. De hecho, yo regreso a Cuba porque iba a hacer las gestiones por lo de mi mamá. Pero llega la COVID, cierran las notarías, tengo que esperar, llega el 27N. Ya sabes, la vida en Cuba te lleva siempre a un mismo lugar, que es el tener que defender tus derechos. Entonces hice también esas gestiones antes de irme de Cuba. Fue muy impresionante porque yo tenía ya a la notaria que iba a utilizar, con la que ya había cuadrado, y no me dejaron. Sin embargo, me llevaron a hacer todos los papeles. Fue una situación muy compleja, porque era ver cómo ellos tienen poder sobre absolutamente todas las instituciones. Esas cosas una las sabe, pero verlo fue algo impresionante. Entraban como si nada a las notarías, al Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX), y allí lo tenían todo cuadrado. Yo legalicé todos los papeles, y entre esos papeles para salir de Cuba que pedí estaba el certificado de antecedentes penales, legalizado por el MINREX. ¿Por qué pedí esto? Porque sé que ellos me van a hacer muy difícil el regreso a Cuba; van a tratar de impedirlo de cualquier manera. Ellos tienen la práctica de, cuando uno se va, abrirte casos que no existieron, como si te hubieras fugado o te hubieran regulado por algo que hiciste. Yo, tratando de evitar eso, pedí ese papel. Por supuesto, es algo simbólico porque ellos no respetan la ley, y eso es algo que me quedó muy claro. Pero, bueno, al menos se les hace más difícil ir por estos canales.

CMA: ¿Por qué mantienes en silencio tu salida de Cuba? Sales de Cuba; no dices que estás afuera, y mucha gente cree que estás dentro, que hablas desde dentro de Cuba. Esto también ha dado margen a que algunos crean que una de las condiciones que te dieron para salir fue tu silencio. No se está acostumbrado a que Tania no hable.

TB: Te digo. Por un lado, yo hice público lo de Harvard por ese anuncio de Facebook, que tuvo una cantidad de reacciones que nunca había tenido ningún post mío en esta red social. En ese anuncio decía que yo me iba a trabajar a Harvard. Es decir, que me habían dado el puesto y que me iba a ir. Por ahí yo sentí que ya lo había dicho. Por otro lado, sabiendo que estaba en negociación la libertad de Hamlet, entendí que debía estar un poco low profile hasta que él saliera,porque esas negociaciones no incluyeron solo a la Seguridad del Estado, sino también a los implicados con la visa y a organizaciones internacionales que hicieron gestiones.

CMA: Me imagino que se exigía discreción.

TB: Exacto. Las embajadas y las organizaciones pedían discreción porque se estaban negociando muchas cosas. Por ejemplo, becas para ellos, a dónde iban a ir, quién iba a pagar los pasajes. En fin, hubo que hacer muchas negociaciones. Yo nunca había hecho esto y no creo que lo quiera hacer de nuevo. También la discreción se debe a que teníamos miedo de decir una frase mal dicha. La Seguridad del Estado son un grupo de hombres acomplejados. Cualquier cosa que dijésemos podía acomplejarlos y ellos podían virar todo para atrás. Recuerda que, como no tienen palabra, no puedes confiar en ellos. Por eso teníamos esa precaución.

Yo nunca me he escondido. De hecho, estando fuera he participado en más eventos que cuando estaba en Cuba. En todos esos eventos he dicho que estoy en Boston. Quizás el canal más común para comunicar estas cosas en Cuba es un post en Facebook, pero yo participé en un evento en Polonia y dije dónde estaba; yo participé en el Fórum 2000 y dije dónde estaba. En todas las entrevistas que he dado a medios de presa he dicho dónde estoy.

Yo había dicho a la gente del 27N que me parecía apropiado sacar un post a nombre del propio 27N, no diciendo que me había ido, sino diciendo algo así como: «Felicitamos a nuestra compañera por…», como se ha hecho en otras ocasiones, que se ha felicitado a gente que ha ganado premios, etc. Y pensé esto estratégicamente para que no fuera la Seguridad del Estado a crear ese estado de opinión — que al final han creado — sobre si yo traicioné al 27N y esas cosas. Quería que con ese anuncio reconocieran que sabían dónde yo estaba y en lo que estaba. Se decidió no hacerlo. Yo, al final, soy una más del grupo, no una líder ni nada por el estilo. Yo lo presenté y ellos decidieron no ponerlo. Eso está fuera de mis manos. También tengo una entrevista pendiente con 14yMedio para hablar de mi salida, pero se ha ido dilatando. Ahora estoy aquí, para responder las preguntas.

CMA: Ayer, cuando te contacté para realizar esta entrevista, me dijiste que es necesario hablar estas cosas para demostrar que la salida de Hamlet es una victoria de nosotros. Yo, esencialmente, estoy de acuerdo contigo, pero la palabra «victoria» me crea mucho ruido. Me parece un significante que yo estaría dispuesto a regalarle al régimen, que aparentemente va «de victoria en victoria». Pero eso no significa que no esté de acuerdo contigo. Muchas veces decimos «estamos ganando» o «están perdiendo», y la evidencia fáctica puede echar ese tipo de lenguaje por tierra. Es muy difícil decir que estamos ganando cuando hay centenares de presos políticos, gente a la que le ha aplicado juicios sumarios, gente que ni siquiera conocemos, o cuando hay dos jóvenes que por pensar de cierta manera son desterrados. Sin embargo, sí creo que hay una suerte de victoria o de reserva optimista en el siguiente hecho: sufrimos derrotas de diferentes tipos… Y el totalitarismo necesita y tiene el mal gusto de repetirse y gana cuando se repite. Entonces, si en estos últimos meses hemos acumulado formas distintas de perder, hay un cambio en el relato político y en el tiempo histórico en el que nos entendemos. Quiero decir, hubo un 26 de noviembre que en sí mismo pudo parecer una derrota, pero trajo un 27 de noviembre. Hubo un 27 de noviembre donde parece que no se llega al diálogo que se propuso, pero trajo un 27 de enero. Hubo un 27 de enero donde no se habló con el Ministerio de Cultura, pero vino un 30 de abril. Hubo un 30 de abril donde los jóvenes de Obispo terminaron presos, pero vino un 11 de julio. Hay un 11 de julio que parece terminar diluido, pero trajo el estado en el que estamos hoy. En todas esas formas de derrota acumuladas hay como una variedad que tiene que ver con la política como forma de la invención, de algo que se hace en comunidad. Ahí se rompe el relato del totalitarismo. Si nosotros vemos en años anteriores, cuando éramos menos fuerte, la forma en la que fracasábamos siempre era la misma. Ahora eso no está pasando.

Lo de Hamlet y lo de Katherine abre el juego de esa manera. Son dos personas a las que, básicamente, les conmutan una pena por otra en algún sentido. Pero, por otro lado, a la Seguridad del Estado le hubiese gustado escarmentar a Hamlet de manera más fuerte, es decir, mantenerlo preso. Y han usado una especie de eufemismo, «racionalidad política» o algo así, donde admiten que no les conviene tenerlo preso. Nosotros, los que tenemos un poquito más de difusión pública, hemos sabido por los interrogatorios por los que hemos pasado que ellos prefieren que no les estorbemos, que no pueden tomar medidas extremas con nosotros aun cuando quisieran. Prefieren que nos vayamos, e incluso hacen esta especie de trámites donde agilizan ese aparato burocrático con algo que le demoraría meses a cualquier ciudadano que no tenga para ellos una importancia política. Hay cosas que cambian; muchas no son públicas y se mantienen por detrás, pero reflejan un estado de cosas.

Entonces, ¿cómo leer esta salida? Hablo de su interpretación. Ahora mismo hay una discusión que es muy lícita, legítima y predecible, sobre cómo leemos esta salida. Quizás los términos «victoria» o «derrota» no la apresen. Quiero que me ayudes a pensar eso.

TB: Es cierto que la palabra «victoria» es un poco fuerte cuando se trata de una victoria tan dolorosa, y eso lo he hablado con varios amigos. Porque quiero aclarar una cosa, y es que en este proceso para liberar a Hamlet no estuve yo sola. Estuvieron muchos amigos, muy grandes — aparte de organizaciones y embajadas — que se portaron de manera increíble y estuvieron siempre ahí, algunos de ellos pidiendo anonimato. O sea, es un grupo de personas que se movilizó para que ellos tuvieran residencia de artistas ahora, seguridad, etc.

Entonces, es cierto que «victoria» es una palabra muy fuerte, pero como activista me interesa que los activistas dentro y fuera de Cuba sientan que lo que están haciendo no es por gusto. Porque a veces le regalamos al gobierno una autenticidad que no tiene, y caemos en la trampa de repetir lo que las autoridades, desde una oficina oscura, mediocre y gris, han inventado, y hay que buscar la manera de cambiar el lenguaje y la manera en que asumimos las cosas que van ocurriendo. Entonces, hablamos en este caso de un destierro, un destierro que se puede retar.

CMA: Sí, se puede. Pasa en la historia. Martí lo reta. Heredia también lo reta y, aunque le pide perdón a Tacón de algún modo, regresa. Pero pasa…

TB: Claro. Y sería bueno que cuando se hable de este destierro no se vea como una condición definitiva, sino como una manera en la cual el gobierno cubano se ha quedado sin recursos para hacerte cambiar de opinión, para domarte, y no le queda más que expulsarte.

Hay que tener en cuenta que esto es muy duro, pero hay una narrativa de telenovela que a mí no me convence. Hamlet fue a Cuba, pero se iba después a otra beca y se llevaba a Katherine. Se dice que Katherine tuvo que irse, pero ella se iba a ir de todas maneras. El plan era que Hamlet fuera a Cuba, actualizara su pasaporte y se llevara a Katherine. Entonces no podemos ver esta salida desde un punto de vista fatalista.

Fue horrible la manera en que pasó. Es horrible el hecho de que tu país te expulse. Es horrible que exista un gobierno que no soporte a las personas que piensen diferente, que los dirigentes de ese país sean tan mediocres que no puedan sostener una oposición ni siquiera intelectual. Y es necesario utilizar el término «destierro» porque es algo que se reconoce así en otros países, y es necesario comenzar a hablar de lo que sucede en Cuba no solo como la tragedia nacional, sino como parte de un ecosistema político internacional en el que nosotros estamos muy mal parados. Eso es algo que hace falta. Hay que usar conceptos que la gente fuera de Cuba entienda.

Entonces, creo que fue algo como una victoria, o no una derrota total, porque ellos no tuvieron otro recurso que salir de Hamlet. Si ellos fuesen realmente fuertes políticamente, lo hubiesen metido 20 años en la cárcel y no pasaba nada.

CMA: Como solían hacer.

TB: Claro. Pero Hamlet llega, es detenido, y en ese período pasan muchas cosas. Hay algo de lo que es importante que nos demos cuenta: en Cuba las cosas están pasando muy rápido. Antes no era así.

CMA: Yo también lo creo. Hay otra manera de manufacturar el tiempo político, que nos pertenece casi a nosotros. Ya no es ese poso de tedio que había antes, que es el tiempo político del poder.

TB: Al gobierno se le está yendo el tiempo de las manos.

CMA: Cuando estuve en Cuba, la última vez, sentí en la gente que me interrogaba una especie de prisa, de susto, de urgencia, y no podían proyectar nada ni siquiera a mediano plazo. Vi que ahí había una ventaja.

TB: Ellos solo están reaccionando. Se han convertido en un gobierno reactivo a lo que hacen los activistas en Cuba. Y no estoy dando una visión idealizada. Es muy difícil hacer activismo en Cuba. Es quizás el lugar donde es más difícil hacer activismo. Yo he hecho activismo en muchas partes, y el lugar más difícil me ha sido Cuba.

Me pasó una cosa muy interesante cuando me estaba yendo. Yo no tenía el teléfono de la Seguridad del Estado porque no soy de llamarlos ni nada de eso. Pero tenía a la policía abajo, y no podía salir ni a botar la basura. De hecho, un día les dejé una bolsa llena de gusanos para que la botaran ellos; se las dejé y subí. Entonces pasó que el seguroso Mario me dio su teléfono para que le llamara siempre un día antes e informarle si tenía cita en la embajada y esas cosas. Laritza Diversent me dijo cuando le conté lo que pasaba: «Mira, estás presa, porque ese es el tratamiento a un preso». Yo no podía salir. Si iba a salir, ellos tenían que saber el día antes a dónde era, la hora, con quién me iba a ver. Entonces ellos decidían si salía o no. Todo lo que fue sacar visa ocurrió así. Pero yo estaba en casa de mis padres, aunque mi casa es otra, justo la sede de INSTAR. Y yo les dije que necesitaba pasar por mi casa, y me dijeron que no. Mario me llevaba a los lugares a los que iba, y también un grupo de «marianas». Y en un momento él me dice: «Recuerda que te traté bien». Para mí esa fue una frase muy importante, porque la prefiguración ya es de los dos lados.

CMA: Tania, ¿qué crees que implica esa frase? Sé que se la han dicho también a otros. ¿Será que piensan en la posibilidad de un juicio y del perdón individual? ¿Crees que lo dicen desde ese lugar?

TB: Yo en su momento lo percibí como que ellos saben que va a haber un momento en que todo esto se va a evaluar, donde habrá que pedir perdón y se les va a juzgar en dependencia de lo que hayan hecho. Entonces es una manera de decir: «Yo he sido malo, pero me tocó ese papel». Claro, ellos usan los papeles del policía bueno y el policía malo. También me ha pasado con Kenia, que es mi interrogadora histórica.

CMA: Pero tú has pasado por interrogatorios donde ese lenguaje no aparecía por ninguna parte.

TB: Es lo que te digo. Aunque sea algo falso, algo que parta de una orden de crear empatía, antes no se lo podían permitir. Eso quiere decir que algo está cambiando. Quiero decir una cosa: no es que los activistas en Cuba estemos ganando, pero sí estamos ganado ciertos terrenos simbólicos. Y el gobierno está perdiendo la guerra simbólica y política, porque con Hamlet, en unos meses, se logró que los activistas se alinearan y llegaran al gobierno de Estados Unidos, a la Unión Europea, y hubo un momento en que cuatro gobiernos del mundo pidieron la liberación de Hamlet. Eso fue gracias al trabajo de los activistas. Hay que coger lo que nos toca. Es verdad que estamos más preparados, que los activistas de dentro y fuera de Cuba están trabajando de una manera muy nueva, donde la gente no te pregunta dónde estás, sino qué puedes hacer.

Ah, una cosa que quería aclarar. Yo hablo con el de la Seguridad del Estado para lo de Hamlet el día 10 de julio. Muy mala puntería escoger ese día. Pero yo le di una lista que incluía a Hamlet, a Maykel [Castillo] y la gente de Obispo. Ellos me dijeron que los iban a sacar a todos. Me dieron su «palabra». El 11 de julio pasó lo que pasó y, cuando Mario volvió a ir a mi casa, le di una lista mucho más grande, como de 70 personas, con Luis Manuel [Otero], la gente del 27N que estuvo frente al ICRT [Instituto Cubano de Radio y Televisión], los periodistas, los menores de edad presos (de los que pude saber gracias al trabajo de Salomé García y de Cubalex). La lista era inmensa. Yo no soy nadie para negociar ni pedir nada. Y al final me sentí muy mal porque me fui y Hamlet seguía preso, igual que Luis Manuel, Maykel y Esteban [Rodríguez], que son los que más conozco. Pero lo hice porque fue una manera de demostrarle al gobierno que los artistas en Cuba sí tienen visibilidad y madurez política como para hacer ese tipo de gestión.

CMA: A veces se establece mucho esa correlación de fuerzas, como si estuviéramos hablando de cierta equivalencia simbólica y también física entre el individuo y el Estado. De antemano se sabe que las fuerzas de cualquier ciudadano van a ser menores, en cualquier ámbito, que las de esa máquina disciplinar que es un Estado.

Ahorita vi una pregunta que quería responder, sobre por qué no se hace la misma gestión con Luis Manuel o con Maykel…

TB: Ahora mismo estamos en eso.

CMA: Sí, lo sé. Pero quiero decir que estas cosas pasan también por decisiones individuales. No todo el mundo está dispuesto a salir de Cuba. A lo mejor no todo el mundo está dispuesto a salir en el mismo momento, ni todas las gestiones son iguales.

TB: Hay mucho ruido en la información. Para lo de Luis Manuel me he estado comunicando con Claudia Genlui. Le he dicho, por ejemplo, que necesito saber específicamente qué él quiere, porque hay gente que quiere irse, pero otros no.

CMA: Sí. Y otro riesgo que tomamos desde acá, desde la parte civil, es cosificar a los individuos como instrumentos políticos. Siempre será infinitamente mejor, por encima de toda ideología, que Hamlet esté en Europa antes que esté en la cárcel, que Katherine esté en Europa antes de vigilada en casa 60 días sin poder salir.

TB: Y también presionada.

CMA: Claro, sometida a una serie de presiones, de chantajes. Pero no se puede perder de vista esto. Estamos hablando de personas, de bienestar individual, más allá de que sean figuras políticas en un mapa más amplio.

TB: Exacto. Se trata del derecho de cada quien de decidir por su vida. Nadie puede decidir por los demás.

CMA: Hay que evitar pensarlos en términos políticamente calculados. Pensar dónde es más conveniente que estén y demás es reproducir los modelos que justamente queremos echar abajo.

TB: Yo también quiero agradecerle a una persona, que es Agnieska, la madre del hijo de Hamlet, que trabajó mucho en Polonia y habló hasta con el ministro de Relaciones Exteriores de allá e hizo todo lo que podía hacer y fue una fuerza importante en los esfuerzos para que él pudiera salir.

CMA: Tania, quiero seguir sobre este tema porque me parece interesante y no paro de darle vueltas. Hay dos maneras muy interesantes de leer lo que está pasando ahora. Se sabe que el destierro de Katherine y Hamlet tiene un precedente que nos parece sospechoso y es la negación de la entrada al país de la periodista Karla Pérez, que estaba en Costa Rica. Sabíamos que allí detrás estaba el inicio de un método que querían aplicar y que no habían aplicado hasta ese momento, pero que estábamos obligando a que lo aplicaran en este recorrido que ha seguido la sociedad civil en los últimos años. Por una parte, hay gente que lo lee como que están desangrando al movimiento formado por gente que les incomoda y que está saliendo, como ha sucedido con generaciones anteriores. A mí me parece que esto está pasando, aunque se está dando más bien como una carrera de relevos. Tenemos que saber que el individuo tiene un capital determinado, y en tu caso, por ejemplo, estabas antes de salir en una posición en la que no podías hacer nada. Entonces creo que se está dando una carrera de relevos en la cual, de manera muy orgánica, se está dando una superposición de discursos, de capas, de diversidad política. Ahora mismo tú estás en Harvard, Maykel está preso, Luis Manuel está preso, José Daniel Ferrer está preso, por hablar de algunas figuras públicas de la sociedad civil. Y, por otra parte, un joven como Yunior García, que hace un año no tenía el peso en el panorama político que tiene hoy, está convocando desde otro lugar una marcha para el 20 de noviembre. Eso ahora es central. Un muchacho como Leonardo Romero, que salió a la calle con aquel cartel de «Socialismo, sí. Represión, no», hasta ese día no lo conocía nadie. A mí no me gusta hablar de radicalidad, pero vemos que un joven con una posición socialista muy legítima tiene ahora una visión más clara del Estado al que se está enfrentando, de cuáles son sus derechos y cómo pueden ser pisoteados. Todo ese recorrido trae nuevas caras, nueva gente que tiene un capital y una energía que no tiene quien ha estado sometido a hostigamiento por cuatro o cinco años. También creo que a veces hay cierto orgullo individual. Pero después del 11 de julio veo que hay ciertas iniciativas que ya no pasan por la lógica individual, que no pasan por que alguien vaya y entre a Cuba solamente.

Ahora quiero leerte una cosita, un párrafo de un texto de María Antonia Cabrera, la investigadora cubana, que saldrá el viernes en El Estornudo. Aquí propone un tema al que mucha gente le está dando vueltas, y es que entrar solos a Cuba no es solo peligroso, sino que resulta inefectivo políticamente. Pero quizás entrar muchos no. Entrar muchos es una idea que hace un año a nadie se le ocurría porque no era posible.

TB: Creo que sí se había propuesto.

CM: Sí, pero ahora es una idea dinamizada. La he escuchado desde muchos lugares y es una idea ya bastante horizontal. Me parece que esto se debe a un momento preciso que propicia que se piense de esta manera. Entonces, en el extracto del texto que saldrá el viernes, María Antonia dice:

[CITA] Hablo de regreso y no de desembarco, de pasaportes y derecho de nacimiento como armas y no de granadas o balas, de vuelos comerciales llenos de exiliados y de flotillas humanitarias y no de ejércitos, de devolverle a Cuba el potencial de cambio que entraña la expresión pública de la inconformidad con el status quo, de cuya amenaza, durante seis décadas, el poder político ha conseguido deshacerse, hallando en ello garantía de permanencia y consolidación. Hablo del aeropuerto de La Habana como Bastilla. [FIN]

Esta idea, en este punto, creo que va a ser posible, y estoy seguro que ellos lo saben y le tienen miedo a eso.

TB: Quiero decirte varias cosas a partir de los temas que trataste. Yo supe lo de Harvard cuatro meses antes de irme. Y estuve esperando el momento que pensé que era mejor para mí. Le dije a mucha gente cercana que me iba a ir y procesamos juntos ese dolor, ese distanciamiento. Yo pude hablar con gente del 27N para ver cómo la salida mía no fuera a impactar. No es que me crea nada, pero cada persona que sale tiene un impacto. Cuando tú saliste también tuvo un impacto; se fue Hamlet y ha traído un impacto también. Cada vez que uno se va hay un impacto, porque son afectos que se crean, esperanzas que uno ha creado también, trabajo de activismo que se ha realizado. Entonces me reuní con gente para ver cómo podía salir y que no se viera como que se acabó el 27N, que Tania traicionó y todas esas cosas. Una de las cosas que hice fue esperar, porque pensé que me iba y no estaba pasando nada. Cuando empezó Archipiélago — que yo veo como la segunda parte del 27N, porque ahí estamos todos metidos, aunque es una iniciativa de Yunior [García] donde se han puesto en práctica muchas cosas que aprendimos juntos, y yo estoy muy contenta con ese proyecto, que me parece muy interesante, y no me pierdo las discusiones de los viernes, se aprende muchísimo — , yo le dije a la gente: «Ya me puedo ir». Que me fuera no iba a causar impacto porque vi que un grupo de gente había tomado la batuta. En ese punto me alegro de haber tenido la paciencia política de haber esperado el momento en que no hiciera diferencia que estuviera o no en Cuba. Archipiélago me parece un gran proyecto, que ha creado una comunidad que ya funciona, porque los cubanos ya estamos entre nosotros funcionando en democracia. Los que no saben nada de democracia son los del gobierno.

Respecto al fragmento del texto que leíste, yo siempre dije, cuando escuché que había personas en el exilio — en Miami, específicamente — que hicieron un llamado al retorno, que esa era la mejor idea que había escuchado en mucho tiempo. Porque tenemos que dejar de pasar nuestras vidas por los protocolos del Estado cubano. Hay que parar ya de darles una autoridad que ellos no tienen. Entonces, yo decía, si vienen todas estas personas a la misma vez, no los van a parar, porque sería un escándalo muy grande. Yo soy de las que cree que esa sería una excelente solución. Y también el gobierno sabía… porque en muchos chats del 27N se habló de esta idea, y hubo mucha gente que se entusiasmó, como el mismo Hamlet. Había gente que se estaba preparando para venir individualmente. La Seguridad del Estado lo sabía y cogieron a Hamlet para echarles miedo a esas personas. Entonces, lo que dice [María Antonia] Cabrera es importante porque es una posible solución: quizás no es venir solos, como la gente estaba planificando, sino venir en grupos, llenar un avión completo hacia Cuba; que se arme el escándalo y que la gente esté en el aeropuerto, no los dejen entrar y que venga CNN, que venga todo el mundo.

Yo voy a regresar a Cuba, a la Bienal de La Habana. Quiero aprovechar este espacio para que la gente sepa que, mientras el gobierno tiene a ochocientas y tantas personas presas injustamente, mientras hay artistas presos, ese gobierno acaba de anunciar que hará la Bienal de La Habana. Es algo completamente inmoral. Y me parece inmoral que los extranjeros vayan a Cuba a tomar mojitos sin concientizarse sobre lo que vive el pueblo de Cuba, porque el gobierno usará la Bienal para lavar su imagen deteriorada. Entonces, yo voy a regresar. A mí me dijeron que me iban a dejar entrar. A Hamlet le dijeron que no me dejarían entrar. Si a mí no me dejan entrar, pienso llamar a CNNa The New York Times, a El Estornudo, a Rialta, a todo el mundo, y me voy a plantar ahí.

CMA: En algún momento escuché de ti eso. Luego escuché también hablar a los hermanos [Ariel y Omara Ruiz] Urquiola — que son gente muy incómoda para el régimen, que han salido y siempre han entrado — eso de entrar antes de tiempo. Ya sabemos que la legalidad para el régimen es muchas veces un papel en blanco, pero si le das el recurso de que apliquen la legalidad tal y como está concebida, entonces no tienes ninguna salida. Entonces, esa idea de regresar antes de los dos años es muy importante.

TB: Hay que quitarles ese terreno de poder que tienen sobre el entrar y salir de Cuba. Ellos te pueden regular, te pueden impedir entrar. El terreno simbólico lo tenemos ganado, en el político estamos dando la batalla, pero ese legal tenemos que ganarlo.

CMA: Cuando tú tienes residencia en Cuba y no en ningún otro lugar, no hay modo de que te puedan enviar a ninguna parte.

TB: A mí me han dicho que por qué no saco el pasaporte europeo o el americano. Pero yo no quiero esos pasaportes porque no quiero que ellos me puedan botar. Bueno, siempre lo podrían hacer, pero se les hace un poco más difícil.

CMA: A mí me interesa hablar estas cosas, y que sea así, público, para que lo vean ellos… No solo el poder político, sino la gente también, porque lo que pretendemos hacer aquí es una puerta a pensar colectivamente cómo seguir. En momentos como este hay ciertas lógicas que parecen agotarse porque la gente se está yendo, pero no tiene por qué ser así, no tiene que significar que se está desarticulando algo.

TB: Claro que no. Antes la gente se iba y eso significaba que se desarticulaba un movimiento, que se perdía una cabeza. Todo era más vertical.

CMA: Y antes también había muchas menos personas, menos comunicación, menos articulación entre la gente.

TB: Exacto. Ahora uno se va y salen diez. Eso es algo que ellos saben y a lo que le tienen mucho miedo.

CMA: Sí. Tienen que lidiar con muchas figuras nuevas que no tenían mapeadas. Es muy saludable que las cosas no dependan de Tania, o de Luis Manuel o de Maykel Osorbo, y que sea algo horizontal.

TB: Y también hay que luchar para sacar a la gente de las cárceles. Creo que ahora lo que toca es luchar por que liberen a todos los presos del 11-J. Hay que empezar a hablar con los abogados y exigirles que defiendan a las personas y no al gobierno, que se independicen, que se conviertan en una entidad independiente del gobierno.

También hay que tener cuidado con la «telenovelización» del activismo, porque no se trata de una telenovela. A veces está bien […]. Pero el activismo es cambiar los paradigmas políticos, cambiar las leyes y la manera en que vive la gente. Es cierto que se puede hablar de tu vida privada, de tus posiciones; que la gente sepa de dónde vienes y qué quieres para que se sienta identificada. Pero con un límite.

CMA: Claro. Tu vida te sigue perteneciendo. No es de dominio público.

Yo estaba viendo el otro día un video de Édouard Glissant, que es un gran pensador del Caribe, donde hablaba del derecho que tiene el individuo a la opacidad, de cómo no hay por qué aceptar el tipo de transparencia que te está imponiendo otro. Y digo esto por la cuestión de las redes, que marcan pautas sobre qué tienes que decir, qué no decir. Esas lógicas siempre son impuestas por el otro. Son, a la larga, lógicas de dominación. Uno tiene derecho a guardarse cosas. Eso es muy necesario.

TB: Hay cosas que sí son públicas porque son parte de un proceso emotivo o de educación a la población, que ve lo que está pasando. Pero las cosas puramente políticas hay primero que negociarlas y luego se dicen. Yo sí creo que hay que tener transparencia. Los activistas tenemos que ser transparentes, porque eso es lo que nos va a salvar de acusaciones infames. Además, justo lo que queremos es una sociedad transparente.

CMA: Y al final esa transparencia es la única baza real que uno tiene contra el gobierno. Ellos difaman sobre la base de falsedades, pero si se le regala el argumento de que uno mintió, pues estás liquidado, porque pierdes todo el capital que tienes.

TB: En 2014 me invitaron a Estado de SATS, cuando hice lo de la Plaza. Yo no conocía a los disidentes. Me invitaron a hablar y estaba la sala llena de disidentes históricos, gente que respeto mucho. Y una de las cosas que dije es que no hace falta decir mentiras; ya lo que hace el gobierno con el pueblo es grosero, injusto e ilegítimo. Pero cada vez que mentimos o exageramos, le regalamos un arma al poder político.

Ah, mira, una muchacha acaba de enviar un comentario. Dice: «No se olviden de Esteban». Pues claro que no. Esteban Rodríguez estaba en la primera lista y sigue en la lista de personas por las que estamos trabajando.

CMA: Hay otra pregunta acá. Dice: «¿La idea es un cambio de gobierno o una reforma hacia la democratización?». Es una pregunta interesante.

TB: Yo he cambiado de opinión. Yo antes era más reformista, pero ahora creo que hay que cambiar el gobierno, porque este gobierno es responsable de una serie de medidas contra el pueblo. En este momento pienso que el presidente [Miguel] Díaz-Canel no está capacitado para ejercer el cargo de presidente ni para llevar a cabo su misión histórica, que es llevar el país hacia una transición democrática de forma pacífica. Por tanto, creo que se debe cambiar el gobierno. Claro, hacia un gobierno democrático, y mediante una transición pacífica.

CMA: Yo creo que esa disyuntiva puede resolverse pensando que las reformas hacia la democratización serán lo que traiga, probablemente, un cambio de gobierno, y esa es la forma en que la sociedad civil tiene para proponer ese cambio de gobierno.

Ahora te leo otro comentario, de Salomé García. Dice: «Durante la pandemia muchas personas no pudimos regresar a Cuba antes de los dos años. Creo que ese argumento de la legalidad no debemos legitimarlo, precisamente tenemos que luchar por que esas restricciones se eliminen, porque son completamente incompatibles con las leyes internacionales, una violación de nuestros derechos y una explotación sobre personas migrantes, muchas veces en situaciones de vulnerabilidad extrema».

TB: Creo que tiene razón. Muchos países del mundo hicieron excepciones en este sentido durante la pandemia. Cuba es la única que no ha hecho esto. En un momento dijeron que sí… Pero, bueno, estoy de acuerdo con Salomé en que hay que quitar ese argumento de «los cubanos de afuera y los cubanos de dentro». Los cubanos que vivan donde quieran y que entren cuando quieran.

CMA: Sí. En esa idea que tenemos de ir a Cuba en masa no vamos a excluir a los que tienen más de dos años sin entrar. Todo el que lleva 30 o 40 años sin ir, si está dispuesto, que se monte en ese avión.

TB: El problema es que el cubano se ha convertido en el negocio más lucrativo del gobierno cubano. Eso también hay que cambiarlo: que los pasaportes valgan tanto…, que tengas que pagar tanto por irte…

CMA: Y también lo que recauda en términos de remesas.

Otra pregunta, esta de Eloy Viera. Dice: «¿Cuál pudiera ser el objetivo prioritario de la sociedad civil cubana en este momento?».

TB: Yo pienso que debiera ser la liberación de todos los presos políticos del 11-J, y adquirir el derecho, no solo de poder protestar, sino a +no ser castigado por pensar diferente. Pero, primero, sacar a los presos.

CMA: Sí, porque, además, sacar a los prisioneros políticos no significa solamente eso — aunque, sin duda, ya es suficiente — , sino también, en el plano simbólico, una correlación de fuerzas que cambia.

TB: Sí, pero eso es desde una visión política, desde una instrumentación política. Yo creo que hay que sacarlos, sobre todo, porque es injusto que permanezcan ahí. Muchos de los que están presos son quienes nos acompañaron en las redes cuando nosotros hicimos nuestras acciones. Entonces nos toca ahora a los activistas pelear por ellos.

CMA: Totalmente de acuerdo. Todavía me están llegando testimonios del 11 de julio. Hablamos del 11 de julio, pero es una fecha que tiene un significante que no está lleno ni agotado. Hay tantas cosas del 11 de julio que no sabemos todavía, que no sabemos cómo fueron, que están en una zona muy oscura, manejada por la policía política y el régimen.

TB: Creo que el 11 de julio llevó a la chinización [sic] del gobierno cubano. Cuba, de pronto, se volvió China.

CMA: En No Logo, de Naomi Klein, creo que es, se dice que Tiananmen no fue una masacre para mantener el comunismo, sino para posibilitar la vía hacia el capitalismo autoritario que, finalmente, terminó imponiéndose en China. Y en la simbología que hay detrás de la vandalización — y «vandalización» lo digo como una palabra que reivindico en este punto — de las tiendas en MLC y demás, y los castigos que hay por eso, no se trata solo de un castigo para mantener el status quo estalinista, que sí, sino también para mantener la lógica económica que ya se está infiltrando en Cuba. Cada vez tenemos una sociedad más desigual, una sociedad donde las clases y la diferenciación de esas clases es cada vez más evidente. Esa lectura es una de tantas sobre esa fecha [11-J].

El otro día me escribió un amigo que en el preuniversitario dormía en la litera de enfrente a la mía, y me contó que estuvo no sé cuántos días preso. Yo no tenía la menor idea. Él salió. Me contará su testimonio y debo escribirlo. Hay muchas cosas que no se saben todavía, cosas que todavía están apareciendo, gente que están liberando ahora. En fin, es una fecha con la que hay que hacer muchísimo, un acontecimiento con el que hacer muchísimo.

TB: El gobierno cubano es la mayor fábrica de disidentes que hay en Cuba. Ellos mismos crean la disidencia. Yo era una muchacha, una artista con sus dudas, sus comentarios, y ellos me han llevado a entender que no se puede ser medias tintas con ellos. Y ellos ahora mismo están aterrorizados porque temen que esas 800 personas presas se conviertan, mínimo, en mil 600, porque también esta situación afecta a los padres, las esposas, los hijos de esa gente. Ellos no saben cómo salirse de la injusticia tan grande que han hecho. Y a la vez quieren ganar tiempo. El gobierno cubano ahora mismo no gobierna. Solo se dedica a ganar tiempo para mantenerse en el poder. No sé qué están esperando. No sé en qué andan ellos, qué andan negociando. Muchas veces nosotros no sabemos en qué ellos andan porque no son transparentes.

Aquí hay otra pregunta, un muchacho que dice: «El destierro practicado por el régimen cubano no es parte de sus leyes, es extrajudicial, no es dictado por jueces. ¿Cómo encontrar códigos para que el resto del mundo lo entienda?». Bueno, yo creo que hay que usar el término «destierro», y creo que hay razón aquí, porque la Seguridad del Estado está por encima de la ley. La ley en Cuba no se aplica por justicia, sino por política. Y creo que hablarle al mundo con el término «destierro» es importante. Y esa es una lucha que tenemos que hacer los activistas cubanos con todos los medios que tenemos: que quiten las regulaciones a quienes están dentro y dejen entrar a quienes están afuera.

CMA: Sí. Y quien hizo la pregunta apunta algo muy importante, y es cómo traducir eso para que se entienda fuera del contexto cubano, que se entienda por qué se usa tal palabra y llenarla de sentido.

TB: Una cosa que pasa con Cuba cuando intentamos que se entienda su situación en el extranjero es que, primero, el gobierno ha hecho un trabajo excelente de propaganda internacional. […] En otros países los activistas tienen una historia de vida y la convierten en un símbolo de todo un grupo o de todo un país. En Cuba esto no funciona porque se piensa siempre que la persona detrás de esa historia es una excepción, o que tiene algún interés. A nivel internacional se desconfía de los testimonios respecto a Cuba. Entonces, aquí ayudaría tener muchos testimonios.

CMA: Y también ayuda la pluralidad de esos testimonios, que vengan de lugares muy distintos.

TB: Hoy tenemos también otros desterrados, que son los médicos… y los atletas que «se quedaron».

CM: Yo recuerdo que con la reforma migratoria de 2013 el gobierno quería hacer ver como un privilegio el permitir que los deportistas que se quedaron pudieran entrar al país ocho años después.

TB: Hay otra pregunta. ¿Quieres leerla?

CMA: Sí, voy. «Con respecto a la democracia y el pluripartidismo, ¿cómo serán representadas las personas que todavía hoy apoyan al gobierno cubano?».

TB: Yo pienso — y muchos no están de acuerdo con esto — que, si existe una democracia fuerte, no hay problema alguno con que exista un partido comunista. Porque creo que no podemos entrar en una situación política nueva reproduciendo las injusticias del pasado.

CMA: Yo estoy de acuerdo contigo. Y creo que el término «apoyar al gobierno cubano» es tan amplio en el sentido de que hay quien lo hace y ha cometido injusticias por las que debe ser enjuiciado, pero también hay personas que apoyan por convicción y que están metidas en el aparato estatal.

TB: Pero hay que pedir perdón. Es necesario un proceso en que los victimarios deben ver a las víctimas y pedir perdón. Eso es parte de la sanación.

Algo que pasa en Cuba, y que muchos lo comparan con la violencia doméstica, es que el gobierno toma decisiones que cambian por completo la vida de la gente; luego se cambian esas decisiones de la noche a la mañana, y esas personas que vieron afectadas sus vidas, literalmente, se jodieron. Y como si nada el gobierno pasa a otra cosa, obviando el mal que hizo y las consecuencias de sus decisiones sobre las vidas de las personas. Por eso creo que la sociedad cubana carga con un daño antropológico, porque se pasa de una decisión a otra sin analizarla, sin debatirla y sin reconocer lo que se hizo mal. Pasan cosas como que hoy meten preso al «Rey del Queso», y mañana sale en el noticiero como un ciudadano modelo.

CMA: O pasa que hoy te meten preso por tener un dólar en el bolsillo y mañana abren tiendas donde para comprar necesitas dólares.

TB: Son procesos y cambios muy violentos de los que solo sale beneficiado el gobierno. Cuando estaba en Cuba yo veía el noticiero todos los días y vi que no podían justificar lo de las tiendas en MLC y las promesas que hicieron sobre eso.

CMA: Hay que hacerse cargo de la memoria histórica. De las transiciones que conozco mínimamente, como la española o la chilena, cuando vemos los traumas de sus democracias hoy, entendemos que se deben a que en algún momento se intentó meter el churre debajo de la alfombra. Y eso sigue estando ahí, porque no hay churre que permanezca debajo de la alfombra.

TB: Lo otro es que mucha gente se está virando. Mucha gente que apoyaba al gobierno ya no lo hace. Y hay que tener cierta bondad política para reconocer y aceptar que la gente quiera cambiar de posición. Yo sí creo que las personas que cometieron delitos, personas que robaron — porque en Cuba hay una corrupción gubernamental impresionante — , personas que hicieron daño, personas que mataron, sí tienen que responder ante la justicia. Pero no estoy de acuerdo con el linchamiento político, […] eso ya pasó en 1959.

CMA: Yo también lo creo. Una República empieza desde la forma de resistencia que plantea. No podemos esperar a construir una cosa cuando salgamos de otra. No. Se sale construyendo.

TB: Y hay que tener paciencia, porque somos una República de 120 años, con varios dictadores que han gobernado más de la mitad de ese tiempo. Eso te dice que Cuba no tiene una tradición democrática en la que podamos confiar. Hay que estar muy firmes a la hora de iniciar un proceso de democratización porque, históricamente, Cuba no tiene tradición democrática.

CMA: Mira, te leo este comentario de Eloy Viera, que sí sabe de estas cosas. «La justicia transicional no pasa solo por el juzgamiento o la exclusión. Muchas veces pasa por el juzgamiento selectivo de las violaciones más graves de derechos humanos y una reconstrucción de la verdad como mecanismo de resarcimiento de las víctimas. El Talión no es una ley aplicable a la transición». Esto me recuerda que en Colombia hay una institución que se creó a partir del desmantelamiento de las FARC, la Comisión de la Verdad, que hace un trabajo muy importante reuniendo testimonios. Hoy es una piedra en el zapato para el uribismo. Incluso, Uribe tuvo que testimoniar hace poco y hubo un debate sobre si valía la pena darle voz. Pero ya el hecho de que Uribe tuviera que hablar ante la Comisión de la Verdad, aunque sea para mentir, significa algo. Lo que quiero decir es que hay muchos contextos que histórica y culturalmente son cercanos a nosotros, de los que podemos aprender. De ahí la necesidad de sacar a Cuba de ese excepcionalismo. Porque hay muchas cosas a la mano que podemos aplicar, referentes mucho más cercanos a nosotros. La gente a veces se pone a hablar de Noruega, de Suecia o de Finlandia, y no sé por qué lo hacen.

TB: Yo tengo una amiga colombiana, que es artista, y me dijo que se había emocionado mucho cuando los procesos de paz, porque ella pensaba realmente que Colombia podía ser un ejemplo para el mundo. Pero esos procesos son muy frágiles, y ella hoy está deprimida y angustiada porque no salió bien.

Mira, ahora Carlos Aníbal [Alonso] me escribe. Habla de los nuevos liderazgos, y estoy muy de acuerdo con él, porque han salido muchos líderes jóvenes, nuevos, anónimos, en las provincias. Eso ha sido muy bueno, porque antes teníamos a José Daniel Ferrer y algunos más, pero ahora sí la visibilidad de la gente en provincias es mayor.

CMA: Sí. Algo que solía concentrarse en ciudades como Santiago de Cuba, La Habana y Villa Clara, ahora abarca todo el país. Incluso los municipios, y no solo a las cabeceras provinciales.

Aquí otro mensaje de Ricardo Acosta: «Jamás un pacto de silencio. El silencio del otro es y debe ser parte de la narrativa de cambio».

TB: Estoy de acuerdo. Nos enfrentaremos a un proceso difícil y largo.

CMA: Bueno, esto ha sido como una especie de ensayo del país que queremos construir colectivamente. Empezamos hablando de cómo saliste de Cuba, Tania, y terminamos hablando, afortunadamente, sobre cómo construir el país una vez más. Creo que esta conversación estuvo bien, y seguiremos desde El Estornudo, y también desde Rialta, con estas charlas los próximos días. Entonces, Tania, muchas gracias por participar.

TB: Gracias a ustedes. Quiero decir una cosa. Antes el gobierno cubano se llenaba la boca al decir: «Ustedes son unos pocos, unos cuatro gatos». Y hoy los que son pocos, los que son cuatro gatos son ellos.

Este diálogo entre el escritor y periodista Carlos Manuel Álvarez, director de El Estornudo, y la artista Tania Bruguera se transmitió en directo a través de la página en Facebook de esta revista. Constituye la primera entrega de la serie denominada «Exilio, destierro y migración en el totalitarismo cubano».

Publicado originalmente en El Estornudo.

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Revista independiente de periodismo narrativo, hecha desde dentro de Cuba, desde fuera de Cuba y, de paso, sobre Cuba.

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