Ian Padrón, en los 50 años de Elpidio Valdés: «Hay mucho machete por dar todavía»
Hace medio siglo el semanario Pionero estrenó la historieta de un guajiro mambí, llamado Elpidio Valdés, que pocos años más tarde no solo ensancharía los márgenes del audiovisual cubano, sino que conquistaría del todo la preferencia de niños y adolescentes en la isla.
Su creador, Juan Padrón, no imaginó que el personaje nacido el 14 de agosto de 1970 se convertiría en el héroe de ficción por excelencia para varias generaciones de cubanos ávidos de reconectar, sin solemnidades ni dogmas, con su historia y su tradición. En apenas cuatro años la historieta infantil saltó de Pionero a la televisión nacional y al interés de un público sin dudas mucho más amplio… En todos los hogares de Cuba se veía a Elpidio, de baja estatura, bigote escaso e ingenio natural, ejerciendo los «superpoderes» de lo cotidiano en circunstancias siempre excepcionales. El líder mambí no era esta vez una figura de mármol o una estampa en los libros de texto; el guajiro no era el marginado de toda la vida.
Elpidio Valdés nació a las puertas de lo que más tarde se denominaría «el quinquenio gris». Fue un rayo de luz en medio de la bruma cultural de la época. Cincuenta años después, el «Coronel Valdés» enfrenta el reto de sobrevivir a «su padre», fallecido el pasado mes de marzo, y de arraigarse también en el imaginario de los más jóvenes.
Acerca de su historia, y en especial sobre las próximas batallas del personaje animado más popular de Cuba, conversamos con el cineasta Ian Padrón, también hijo de Juan, y por supuesto testigo excepcional de las hazañas del héroe mambí.
YGP: Cuando Ian Padrón nació Elpidio Valdés tenía seis años. ¿Cuándo y cómo descubres que Elpidio había sido creado en tu casa? ¿Qué sentiste al comprender que tu «hermano mayor» era un personaje tan popular en Cuba? ¿Cómo fue tu infancia a partir de entonces?
IP: Descubrí en el año 1982 que Elpidio era una creación de mi padre. Pensaba que era un dibujo que hacía mi tío Ernesto Padrón porque había visto un póster de su autoría donde aparecía el personaje, pero no me quedaba claro si lo hacía mi tío Ernesto o mi papá. Vivíamos en una casa pequeña y mi papá esperaba que nos durmiéramos para poder trabajar en una mesa plegable. Una madrugada me levanté y lo vi trabajando; lo descubrí dibujando a Elpidio Valdés. Y ese es el primer recuerdo que tengo al respecto… Supe que tenía un hermano mayor y que era este personaje tan famoso, que tanto yo veía, pero que no sabía que era familia.
Descubrí la magnitud de la popularidad de este héroe en la première del largometraje Elpidio Valdés contra dólar y cañón, en julio de 1983. Ese día vi a los niños subiéndose en las sillas de la sala de cine, cantando las canciones, emocionados con el largometraje. Ese es también el primer recuerdo que tengo de haber ido al cine, y me cambió mi vida para siempre, porque fue impresionante ver la reacción de los niños con esa película de mi papá.
Cuando eres el hijo de Juan Padrón en Cuba y todos los niños conocen la creación de tu papá, también los maestros, etcétera, sientes que todo es un poco distinto. Siempre eras el hijo de Juan Padrón: «Mira, ese es el hermano de Elpidio Valdés», decían, y me hacían muchas preguntas que ni yo mismo sabía contestar. Era un gran orgullo porque los padres también tenían una gran admiración por Elpidio Valdés, y por mi padre, que además siempre fue una persona muy simpática que hablaba con todo el mundo y tenía una gran sonrisa, una vibra positiva… Fue un orgullo ser el hijo de Juan Padrón y el hermano de Elpidio Valdés.
¿Qué era entonces lo que más te gustaba, lo que más te atraía del personaje? ¿Y ahora a la vuelta de medio siglo?
Elpidio Valdés es un personaje de aventuras que tiene defectos y virtudes, y siempre encuentra cómo lidiar con las situaciones; no es «cuadrado», como decimos los cubanos. Es un patriota que ama a su país y, a la vez, es capaz de resolver situaciones de manera distinta y simpática.
Todavía me sigue atrayendo el personaje. Representa una defensa de la soberanía y la libertad de Cuba desde el punto de vista de los mambises, que posiblemente sean los luchadores independentistas más importantes que ha tenido la Historia de Cuba. Eso me emociona muchísimo porque pude aprender a través de mi padre y de sus animados cómo eran ellos y todo lo que hicieron por la libertad de Cuba. Me resulta también muy cercana su cubanía; su manera de luchar, creativa y aventurera.
¿Cómo recuerdas el proceso creativo de Juan Padrón, y qué tomaste de ahí para dar forma luego a tus proyectos?
Creo que el proceso creativo de mi padre era muy natural porque era un hombre de mucha cultura, que se documentaba muy bien a la hora de hacer cualquier guión o de enfrentar la dirección de cualquier proyecto, y eso me marcó. Me marcó el rigor, la seriedad, el respeto por el público joven y por el público infantil, a los cuales no trataba con paternalismo o de forma simplista. Hablaba de respetar a los niños desde el punto de vista del rigor: creer que son capaces de sacar lecturas más allá de lo que uno piensa como creador.
Eso es algo que recuerdo del proceso creativo de mi papá. Y cuando pude trabajar con él sentí lo mismo: él se preparaba muy bien para cualquier tema. Yo logré que actuara en alguno de mis videoclips, y en algún cortometraje que hice para graduarme en el Instituto Superior de Arte. Él trabajó allí como actor, y aun así fue muy riguroso.
Yo trato de ser así, de ser muy riguroso en lo que hago; nunca he enfrentado un proyecto de manera facilista o para salir del paso. Cualquier cosa que me encargan o que yo quiera hacer la hago dando lo mejor de mí, poniendo todo el rigor que puedo, y eso viene también de mi padre.
Hace algunos años Juan aseguraba que quería retomar la época de las historietas de Elpidio y hacer toda una serie nueva. ¿Hacia dónde apuntaba esa serie, la evolución del personaje…? ¿Qué otros proyectos tenía y quedaron en el tintero o ya esbozados en su papelería? ¿Qué pudiera concretarse a partir de ahí; veremos nuevas historias de Elpidio Valdés en cualquier formato o género en el futuro próximo?
Hace muchos años mi padre y yo queríamos hacer una película de actores sobre Elpidio Valdés. Creo que el cine cubano ha hecho muchas cosas sobre mambises, pero casi ninguna ha conectado realmente con el público porque son películas más históricas, menos humanizadas, o menos de aventuras, o demasiado realistas. Ese era uno de los proyectos que teníamos: llevar al cine a Elpidio Valdés y, de esa manera, también encontrar actores y voces que pudieran hacer nuevos animados. Como todo en la vida, había que renovar actores; algunos ya han fallecido, otros tienen una edad avanzada y por ley de la vida en algún momento no estarán. Y ese era el plan: retomar Elpidio Valdés con nuevos actores y nuevas voces que luego pudieran continuar haciendo los dibujos animados.
Mi padre también estaba tratando de modelar el dibujo en 3D para dejar varios bocetos que permitieran animarlo en el futuro.
Nosotros como familia queremos que se sigan haciendo historietas, que se sigan haciendo filmes de Elpidio Valdés… Pero desde la aprobación de nosotros como familia. Es importante para nosotros poder darle una seriedad, y tratar de mantener el punto de vista que tenía mi papá sobre su personaje. Elpidio es de Cuba, pero no sería justo que cualquiera asuma la posibilidad de hacer cosas con él sin contar con la aprobación de la familia de Juan Padrón.
Esto ha pasado con otros personajes y con la obra de otros artistas cuyas familias han intentado mantener el legado. Creo que mi hermana, que tiene una formación como psicóloga, pero también como publicista y analista de audiovisuales, y yo, que tengo la misma profesión de mi padre, cineasta, podemos hacer nuevos productos, nuevas historietas, nuevos filmes de Elpidio Valdés, con seriedad, cuidando el personaje y siguiendo el punto de vista de Juan Padrón. Podemos colaborar con muchas personas, con muchos creadores, pero siempre que la aprobación, el tono y todo lo que tenga que ver con Elpidio Valdés, salga de nuestra familia… de mi madre, de mi hermana y de mí.
Entre otros proyectos, mi hermana y mi papá tenían la intención de crear en la calle Paseo de La Habana el «Centro Cultural La Manigua», en un edificio que ya existe y que habría que restaurar. Será un lugar para que los niños aprendan a dibujar, para hablar de Elpidio Valdés y para conservar la obra de Juan Padrón.
Otro de los proyectos que tenemos es salvar las películas de mi padre; pasarlas a formato de alta definición, porque si esto no se hace se va a perder todo el material.
Juan también lamentaba no tener personas que lo ayudaran, ni recursos, y dijo sentirse hasta cierto punto desmotivado por la falta de interés de las autoridades cubanas en promover comercialmente a su personaje. ¿Qué le hubiese gustado a tu padre que se hiciese al respecto?
Mi padre dijo en muchas entrevistas que era algo muy curioso que Cuba, teniendo un personaje tan popular, tan querido por los niños y por tantas generaciones, no hubiese desarrollado el marketing, el merchandising… toda una gama de productos para motivar a los niños y acercarles aún más el personaje. También para que conocieran más la historia de Cuba. Porque si está bien que haya símbolos internacionales, es muy importante también que los haya nacionales. Cuba lo tiene en Elpidio Valdés, y apenas lo ha utilizado en ese tipo de productos.
Nunca existió tampoco un presupuesto para hacer solamente películas de Elpidio Valdés, lo cual yo creo que hubiese ayudado a tener más materiales, más motivación, y un equipo especializado en la realización. Es una cosa que hubiese ayudado mucho a mi papá.
El dibujo animado es un trabajo muy, muy largo, tedioso, muy complejo, hay que dibujar muchísimo, y llegó un momento en que mi papá, por la edad, por la misma desmotivación que tenía, no produjo tanto como hubiera podido con una infraestructura a su alrededor.
Entonces, entrando ya en la tercera década del siglo XXI, ¿cuánto más se puede hacer para promover dentro y fuera de la isla al personaje, sus historias y sus valores, y la obra de Juan Padrón en general?
Yo creo que se puede hacer mucho, pero primero hay que rescatar todas sus películas, salvarlas en alta definición. Hay algunas películas que están a punto de perderse por el deterioro, el tiempo, y el ICAIC [Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos] y el Instituto Cubano de Cine tienen la mejor disposición para salvar esas películas, que yo creo que constituyen patrimonio de la cultura cinematográfica cubana y testimonian cómo ha sido la niñez y la adolescencia de los cubanos en los últimos 50 años.
Otro proyecto es hacer un documental sobre la obra de mi papá, que yo decía en broma que se podría llamar El Walt Disney de Cuba. Hay que rescatar antes el material para usarlo en ese documental, porque, si filmamos ahora con nuevos testimonios en alta definición, las películas no están en el mismo formato.
El Centro Cultural La Manigua puede ser muy importante… Lo otro es un libro por los 50 años, con todas las historietas y referencias de las películas de Elpidio. Y promover la carrera de mi padre también como artista de la plástica.
También entre mis proyectos está llevar al cine con actores el guion de Vampiros en La Habana.
Elpidio Valdés ha transitado las últimas cinco décadas de la historia de Cuba, y ha sido un personaje querido por muchos cubanos, independientemente de ideologías y posiciones políticas. ¿Cómo comprendía Juan Padrón al personaje? ¿Es Elpidio Valdés un modelo de algo…?
Yo creo que mi papá hizo Elpidio Valdés muy parecido a como era él a sus 23 años: trigueño, flaquito, de bigotes… Y él cuenta que le puso Valdés de apellido para que se pareciera a Cecilia Valdés, y Elpidio de nombre para que sonara a campesino. Era un alter ego de mi papá, un hombre que amaba la historia de Cuba.
Siempre le decía a mi padre que me parecía impresionante que alguien hubiese creado un personaje tan popular con solo 23 años. Mi padre tenía 23 años recién cumplidos cuando creó Elpidio Valdés y yo creo que él no buscaba que fuese un modelo, simplemente buscaba que fuese cubano, simpático, lo más humano posible en su búsqueda de la libertad. Y yo creo que la mayoría de los cubanos somos así, independentistas, personas que quieren lo mejor para su país.
¿Alguna vez se sintió Juan Padrón defraudado por ciertos usos que se hicieron de su personaje?
Creo que para él era un honor que otros creadores usaran en sus obras a Elpidio Valdés. Aunque podía estar o no de acuerdo con los puntos de vista o la lectura que cada quien hacía, si se trataba de manera creativa y respetuosa, creo que siempre le agradó. Lo que sí le molestó alguna vez fue que sacaran de contexto al personaje, o cuando se hacía un mal dibujo. Eso sí le molestaba porque Elpidio Valdés era como un hijo, como un miembro de la familia, y uno espera poder cuidarlo, poder defenderlo… Uno espera, por ejemplo, que no lo saquen del contexto histórico de las guerras de independencia, donde mi padre lo creó y donde siempre estuvo. Recuerdo que hace unos años lo dijimos públicamente: debe respetarse que Elpidio Valdés tiene un creador y ahora hay herederos de ese creador, y nadie tiene derecho a utilizarlo sin contar con autorización. Sí pueden recrearlo, pero siempre desde el respeto.
¿Crees que una nueva serie de Elpidio como la proyectaba Juan Padrón respondería a las expectativas de la sociedad cubana actual?
Creo que si se hacen buenas series y buenos animados de Elpidio Valdés se podrá reconectar con el público cubano infantil y juvenil, no solo de Cuba sino también de otras latitudes.
El dibujo animado tiene algo interesantísimo y es que cada diez años surge un nuevo público; tienes nuevos niños, un público virgen que, si las películas son simpáticas, son buenas, tienen gancho, las va a adoptar. Yo sí creo que se pueden hacer nuevos proyectos de Elpidio Valdés y que pueden conectar con el público cubano porque hay demostraciones de que cuando las cosas se hacen con buen gusto el público cubano responde muy bien y que está muy bien preparado para la valoración de la producción nacional.
Hay un logro muy importante del ICAIC y del cine que se hace en Cuba y es que ha creado un público al que le gusta el cine cubano, al que le gusta el animado cubano. Creo que también mi papá, junto con otros cineastas como Santiago Álvarez, Titón, Solás, Juan Carlos Tabío, y, más recientemente, Ernesto Daranas, Rolando Díaz, son creadores que conectaron, y crearon, un público cubano que ama el cine nacional. Y siempre que se puedan hacer películas buenas, ya sean de Elpidio Valdés o de otros personajes, estas van a responder a las expectativas de la sociedad cubana.
¿Cuál es la historia que más te gusta de Elpidio? ¿Cuál prefería tu padre? Y, ¿por qué?
La historia que más me gusta es Elpidio Valdés contra dólar y cañón. Me parece la película más lograda desde todo punto de vista: los animadores de ese momento tenían más experiencia y se logró armar un buen team alrededor del proyecto. Es la primera película de Manuel Marín como actor, que sustituyó a Tony González e hizo la voz de algunos personajes como Resóplez. Frank González, la voz de Elpidio, también estaba en un buen momento. Y el guion es muy redondo.
La película tiene dos o tres actuaciones memorables, como El Capitán García, del barquito de Puerto Rico, que hizo el gran Adolfo Llauradó, y también su ayudante, un niño jamaicano, un personaje simpatiquísimo interpretado por Alden Knight. Creo que entre las voces de animados más simpáticas que he escuchado están esas de Alden Knight y Adolfo Llauradó. El gran Edwin Fernández hizo la voz de Oliverio Medina; quedó muy simpática igualmente. Yo creo que todo eso hace que esta película sea la preferida y la más lograda de todas las de Elpidio Valdés. Y, aunque nunca me lo dijo, creo que para mi papá esta era una de sus preferidas también.
Otro logro fue la música de Daniel Longres, que conectó mucho con el público. Hay un músico anterior que fue Lucas de la Guardia, muy importante en la serie, pero esta de Longres creo que conectó muchísimo.
Hablábamos de cierta ética en el proceso creativo de tu padre. En otros aspectos, ¿qué representó para tu carrera como cineasta crecer en ese ambiente de constante creatividad? ¿Qué más hay de Juan Padrón en la obra de Ian Padrón?
Me crie viendo a mi papá siempre animando, haciendo historietas, grabando la música para las películas… Recuerdo a la Orquesta Sinfónica Nacional y a [Manuel] Duchesne Cuzán dirigiéndola; recuerdo desde chiquito ver las mesas de edición, las moviolas, como le llamaban a la mesa de edición de corte de 35 mm. Desde los 16, 17 años supe que eso era lo que quería hacer.
Pero hay un antecedente, a los diez años, cuando mi padre usó un guion que yo le hice sobre béisbol en una historieta de la revista Zunzún — dirigida por Jorge Oliver, el autor de El Capitán Plin, y después por mi tío Ernesto Padrón que hacía también Yeyín — y me dio el crédito: «Guion: Ian». Cuando llegó la revista Zunzún, que salía mensualmente, y yo vi mi nombre publicado al lado de Elpidio Valdés… para mí eso fue un cohete… en mi corazón y en mi vida. Dije: «Yo quiero dedicarme a esto, yo quiero hacer algo…», y a los 16, 17 años decidí que quería ser guionista y director de cine.
Eso me marcó mucho, la constante creatividad de mi padre; verlo trabajando. En marzo no solo perdí a mi padre sino también a mi referente creativo en muchas cosas: era mi maestro, aunque nunca establecimos esa relación y a mí me gusta mucho su obra. Realmente lo admiro mucho como cineasta.
Desde 2015 vives en EE.UU., pero sabemos que eres un apasionado del béisbol nacional. Tu documental Fuera de liga marcó un hito en la isla… También fuiste uno de los impulsores del Salón de la Fama del Béisbol Cubano. ¿En qué quedó ese proyecto?
El Salón de la Fama del Béisbol cubano es un proyecto muy necesario. Creo que el béisbol cubano, o más que el béisbol cubano, la Serie Nacional, están en un momento crítico, tristemente crítico, y esta iniciativa podía haber ayudado a valorar a los peloteros, a rescatar el amor por el deporte y por las figuras que han pasado por las series nacionales.
Hasta donde tengo entendido ese proyecto está de alguna manera censurado, engavetado, con una pausa gigante que le han puesto las autoridades deportivas en Cuba, las cuales, desde mi punto de vista, están frenando algo que va a pasar. Quieran ellos o no, más tarde o más temprano, volverá el Salón de la Fama. Ya volvió en 2014, ya se hizo una elección… Creo que es algo muy importante, y, como muchas cosas en Cuba que son importantísimas, no sucede… Cosas que no suceden en detrimento de toda la sociedad. Esto podría ayudar a que los aficionados se sientan más orgullosos del béisbol nacional. Es algo que debe hacerse: rescatar el orgullo nacional.
El Salón de la Fama sigue estando en el limbo. Pero estoy seguro de que va a existir ese salón como existió hace 70 años, porque los cubanos aman «la pelota», los cubanos somos una potencia del béisbol a nivel mundial.
¿Cuánto de frustración constituye haberse ido de Cuba y no pasar los últimos años al lado de tu padre, y cuánto de positivo ha tenido tomar distancia de la isla?
Yo nunca estuve alejado de mi familia ni de mi padre; lo visité algunas veces. Y él y mi mamá me visitaban con regularidad. Todas las semanas hablábamos por teléfono o por correo. Tuvimos muy buena comunicación, y por ese lado no tengo ninguna frustración porque cada quien, cuando es adulto, busca donde puede ser feliz. Los padres asumen eso y lo entienden en la mayoría de los casos.
Sobre tomar distancia… yo creo que sí, que cuando uno toma distancia pasa como en el ajedrez: los ajedrecistas que son grandes maestros y campeones mundiales tienen como asesores a otros grandes maestros que ven la partida desde afuera y muchas veces ayudan a dar una perspectiva distinta y hasta ganadora del mismo juego. Creo que pasa igual cuando uno vive fuera de Cuba. Sin dejar de ser cubano uno ve desde otras perspectivas, tiene otras fuentes de información, y adquiere otras maneras de ver la vida.
Así lo hicieron José María Heredia, José Martí, Alejo Carpentier, Wifredo Lam, muchos otros intelectuales cubanos como Reinaldo Arenas, que vivieron fuera de Cuba. Y yo creo que sus obras se enriquecieron o cambiaron de perspectivas, pero nunca dejaron de ser cubanas.
Eso es lo positivo, una cubanía más amplia, más abarcadora, más global; no una cubanía encerrada en el día a día cubano, en lo cotidiano, que, sí, es muy importante, pero también lo es abrirse y ver otros ángulos de la misma realidad.
¿Fuiste a la isla cuando murió tu padre?
No pude ir a Cuba; estábamos en el medio de la pandemia. Yo tengo dos niñas chiquitas y mi padre me pidió que no fuera. Ni él ni yo pensamos que fuera tan grave la situación; pensábamos que se iba a recuperar, y me pidió que no fuera por el riesgo de contagiarme y de contagiarlo a él. Si iba a Cuba también tenía que esperar 14 días de cuarentena. Y no he podido ir desde que murió mi papá. Esperamos como familia hacer un sepelio; hacerle un homenaje tan pronto como la pandemia lo permita.
Y, en cuanto a Elpidio, «hay mucho machete por dar todavía».
Publicado originalmente en El Estornudo