En un viejo armonio: el insilio forzoso de Mike Porcel (I)
Por José Luis Aparicio Ferrera y Fernando Fraguela Fosado
Uno de los signos que indican el fin de una época en Cuba es la creciente revisión crítica de la memoria histórica de la Revolución que ha tenido lugar en los últimos años. Este ejercicio, emprendido de modo desigual por distintas generaciones políticas, está lleno aún, como es lógico, de imprecisiones, tanteos, relatos en conflicto y disputas ideológicas de distinta índole. Algunos episodios son muy enriquecedores y apuntan, desde un compromiso radical con la verdad, sin falsos olvidos deliberados, hacia un posible momento de reconciliación nacional, como pueblo que sería capaz también de enfrentar la imagen que le devuelve el espejo de su horror. Otros eventos no pasan del exhibicionismo de turno de las miserias personales de siempre.
Entre los documentos que ya resultan ineludibles para ese recuento ideal de nuestra historia, se encuentra Sueños al pairo, el excelente documental sobre el trovador cubano Mike Porcel de los realizadores José Luis Aparicio y Fernando Fraguela. Censurado en la Muestra Joven ICAIC, Sueños al pairo cuenta cómo Porcel, luego de querer emigrar por el puerto del Mariel en 1980, fue sometido por sus compañeros de arte a mítines de repudio, para sufrir luego una larga y espantosa muerte civil de nueve años.
En esta serie de tres entrevistas que El Estornudo ha tenido el privilegio de publicar, algunos testigos de la vida de Porcel cuentan con contundente sencillez de qué se trataron tales mítines y esa muerte civil del trovador, o sobrevida en las sombras.
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Debemos a la conjunción de un cover y una enciclopedia el descubrimiento de Mike Porcel. El cover fue distinto para cada uno. El de Fernando inquietaba en la voz de Beatriz Márquez, a quien le escuchó Diálogo con un ave por intermedio de Felipe Morfa, su tutor en las prácticas de Radio Metropolitana. Ambos consideraban la idea de hacer un video-clip, aprovechando la grabación original y unas imágenes inéditas en 16mm, con una joven Musicalísima a campo traviesa por un sembrado de girasoles. En mi caso, preparaba una película sobre Santiago Feliú cuando me tropecé con Diario, interpretada por el zurdo recién fallecido, en un viejo concierto de Ginebra.
La Enciclopedia bien pudo haber sido Parche de Humberto Manduley, o quizás estuvo antes algún texto de Joaquín Borges Triana. El hecho se produjo hace unos cuatro años, cuando Fernando y yo investigábamos para un documental sobre el rock cubano que sería nuestro ejercicio final de 3er año de la carrera en la Facultad Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual del ISA (FAMCA).
Ni el documental sobre Santi ni aquel sobre el rock cubiche ni el video-clip idílico lograron materializarse. Solo persistimos con la historia del trovador que pasó por Los Dada, trabajó en Teatro Estudio, cofundó Síntesis y luego intentó marcharse durante el éxodo del Mariel. Digamos, entonces, que debemos a la conjunción de proyectos fallidos, seguramente menores, la existencia de Sueños al pairo (2020), el descubrimiento de Mike Porcel.
Uno de los primeros personajes que entrevistamos fue Juan Torres, un asiduo feligrés del Santuario de San Antonio de Padua, en 5ta y 60, así como de la Capilla de las Esclavas del Sagrado Corazón, en 5ta B y 62. Juanito, quien visita estas iglesias desde su adolescencia, es ahora, a los 60, su cuidador. En 1980 conoció a Mike Porcel, cuando este recaló en ellas como organista, durante el período de nueve años en que, por negativa de las autoridades, le era imposible abandonar el país. Luego del repudio y la defenestración, la iglesia acogió a Mike en su ostracismo, le dio a él y a su familia de comer.
Una tarde de 2016 nos acercamos a San Antonio, en el casi paralizante sopor de un mediodía de Miramar. Calles vacías y mucho silencio. Tocamos a la puerta de la iglesia y nos abrió Juanito. Le mencionamos tímidamente, sin muchas esperanzas, el nombre de Mike Porcel. Enseguida se abrió y nos contó en letanía, con ese ritmo suyo que simula un rezo, todos aquellos recuerdos que tenía de Mike. Insistió en llevarnos también a Las Esclavas, pues nos aseguró que la capilla era hermosa. No mentía. Mientras nos daba un tour por ambos recintos, dejaba esquirlas de su historia en los ajenos fragmentos.
«Esta es la Capilla de Las Esclavas del Sagrado Corazón, o antigua capilla devenida escuela, escuela que es ahora del estado, ya no es de ellas, ellas tuvieron que emigrar en los primeros años de la Revolución. Quedó la capilla que todavía funciona con su culto o misa. La fachada tiene el escudo de la fundación, precioso, es del año ’56 o ’57, no estoy seguro, fue después de San Antonio. De ese tiempo ya no queda nadie, yo tendría escasamente 20 años y tengo ya 58. Antes del ’80 ya veníamos aquí, antes del Mariel. La capilla está dedicada a la Anunciación del Ángel a la Virgen María que va a ser Madre de Dios, pero todo el mundo, cuando habla de esta capilla, pues dice ‘voy a Las Esclavas’, por las monjas que estuvieron aquí.
«La fundadora se llamó Madre San Rafaela del Sagrado Corazón. Era de Madrid, España, murió allá pero su cuerpo lo llevaron a Roma. Los vitrales fueron donados por familias de posición del reparto de Miramar. Todas esas familias emigraron. Lámparas de bronce con apliques, sí. Familias muy acomodadas, de dinero. Ahora los que vienen son personas retiradas, sencillas. Esas otras familias se fueron en los años ’60. Las rejas que dividen son espigas de trigo.
«Aquí Mike tuvo mucha acogida espiritual y económica, entre Las Esclavas del Sagrado Corazón y San Antonio de Miramar, porque fueron momentos muy difíciles para él. Trabajó muchos años tocando el órgano, cantando, dirigiendo el coro… Un muchacho muy sacrificado por la iglesia. En la semana venía muchas veces, con su esposa, hijo, padres… eran muy dedicados. Pasaron muchos años hasta que, bueno, por fin emigró y lo perdimos. Perdimos un valor muy grande para la iglesia. Era parte de todo un grupo que incluía personas que ya no están tampoco, o se han muerto o han ido a otros países. Había misas más frecuentes, en Navidad, Semana Santa, ya ahora es menos.
«Como se sabía que era Mike Porcel, pues le pidieron o él se ofreció, pero sí, enseguida armó el coro y tocaba el órgano. Era un órgano eléctrico, que estaba a la mitad de la iglesia, no estaba tan atrás. Mike era una persona muy sencilla, muy alegre, muy inteligente. Siempre estaba de buen humor, contento, dispuesto a trabajar, a hacer música… A pesar de todo lo que pasó, era o es una persona excepcional. Quizás él no se acuerde tanto de nosotros como nosotros de él, porque nosotros seguimos con los mismos recuerdos, las mismas calles, la misma iglesia. Él no, él fue a un mundo nuevo. Nosotros nos quedamos en lo mismo.
«Todos sabíamos de memoria lo de Mike. Lo vinimos a conocer cuando él apareció, y apareció debido a todos esos problemas, buscando refugio. Antes solo sabíamos de él por el Festival, por la canción tema. Tuvo que irse de su casa a casa de sus padres, en La Copa. A la mamá le decían Pachi y el papá se llamaba como él. Tenía un hermano, pero el hermano se fue mucho antes. Cuando el Mariel a todo el mundo le daban mitin, a todo el que se presentaba para irse. Yo presencié muchos mítines, les tiraban huevos, eso era horrible. Yo he viajado, pero he vuelto. Y si vuelvo a ir, vuelvo a virar, porque me gusta estar en Cuba, el mar, La Habana.
«Aquí tocaba música religiosa. Él se inspiró en la santa, en la vida de la santa, y de ahí sacó el himno a Rafaela María. No fue exactamente igual, pero ella fue humillada por la propia hermana de sangre, que era monja también. Se metió de lleno en la vida de Rafaela. ‘Tu oficio era orar, Rafaela María. / Orar en silencio, sublime pasión. / Ser fiel a la gracia que Cristo te daba, / aceptando alegre toda humillación’.
«Esa es la antífona, tenía como dos estrofas más, pero no recuerdo. Y aquí no hay nada de eso, estoy seguro, es que ya no lo cantan, no hay nadie de esa época. Se extrañó mucho, lo que pasa es que el tiempo va, no es que uno olvide. Pero se extrañó mucho al principio, era como algo, algo que se perdió, algún miembro del cuerpo, un brazo, era un brazo derecho. Menos mal que él se sintió llamado a venir, si no, no sé. Aquí él lo tuvo todo, alegría, todo. Él se sintió llamado a venir a buscar algún aliento de vida.
«Antiguamente, ir a la iglesia era malo, no podías estudiar carrera, estabas señalado como una escoria. Tanto que yo fui de servicio militar a Camagüey, ¿y con quién fui? En el ’65 le llamaban la UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), yo no sé si han oído hablar de eso. Yo no fui a la UMAP porque eran otros años, después vino otra cosa que se llamó la Columna Juvenil del Centenario, que era como la EJT (Ejército Juvenil del Trabajo), que es lo que está ahora. Pero, ¿quiénes iban ahí? La escoria, el elemento malo. Y éramos tratados los cristianos, los católicos, como escoria. Ya ahora no, todo está más abierto, hay otra cosa. Yo no llegué a cortar caña, porque llegué enfermo y seguí enfermo, hasta que logré la baja a los ocho meses. No quiero recordar eso.
«Soy más joven que Mike, y lo que le pasó a él a mí nunca me pasó. Yo también me mantuve en un ambiente… Nunca fui nadie en este país, nunca estudié carrera, no estudié nada. Siempre estudié cosas de la iglesia. Mike sí, Mike fue alguien. Una personalidad de la música en este país, tanto que lo escogieron para el tema del Festival de la Juventud. Pero después de eso se quiso ir, no lo dejaron salir y ahí se complicó todo.»
Regresamos a San Antonio. Queríamos subir a filmar el inmenso órgano que se puede ver en el balcón del coro. Juanito nos indicó el camino a través de una escalera en espiral. Parecía interminable, aunque no íbamos hasta lo más alto, al campanario, sino que nos quedábamos en un paso intermedio. El órgano, a todas luces mudo y veteado por excrementos de pájaros, no renunciaba a ser imponente. Dejándonos llevar por un romanticismo solemne o un exceso de mística, asumimos que ese era el armonio que tocaba Mike, y no aquel eléctrico del que nos habló Juanito. Él, ágil y sencillo, los pies siempre sobre la tierra, rápido nos desmintió.
«Tengo entendido que esta iglesia es una de las últimas que se hizo en Cuba, una iglesia moderna. Por aquellos tiempos, 1948, fue la única que tuvo aire acondicionado, que también funcionó poco tiempo. El órgano fue hecho para esta iglesia, con la acústica que también la acompañaba, para el coro, pero ya en el año ’60 dejó de funcionar. Todos los cantores y todos los que tocaban el órgano viajaron a los Estados Unidos, y como dejó de funcionar se echó a perder, ya que no tenía mantenimiento. Además, tan cerca del mar… Creo que era el segundo en América Latina antes del ’59, en tamaño, en potencia. Arreglarlo ahora cuesta, me dicen, más de un millón. ¿Quién va a pagar eso? Aparte, aunque lo arreglen, ¿después quién lo va a tocar? Pero, bueno, un órgano muy lindo, muy precioso. Todo el que viene se queda encantado. A ver si algún día se puede echar a andar. Vamos a pensar con mucha esperanza, pero… no sé».
Publicado originalmente en El EstornudoAc